En el presente artículo, la autora plantea la problemática que enfrenta la población en relación con los sistemas previsionales y de seguros para enfrentar la etapa de jubilación o en la que se deja de percibir ingresos laborales regulares, máxime en un país como el nuestro con una creciente tendencia demográfica hacia el envejecimiento, sosteniendo la necesidad de procurar desde los sectores público y privados acciones que fomenten la educación financiera y una mayor oferta de productos de inversión financiera.
Hace unos meses, en una linda casualidad, estuve en la presentación de “Cien cuyes”, de Gustavo Rodríguez, ganadora de la Novela 2023 Premio Alfaguara. Se trata de un relato conmovedor que toca con respeto y amabilidad la vejez. No voy a hacer spoiler, pero me pregunto: ¿Estamos listos financieramente para vivir con calidad nuestra vejez? ¿Cuál es el rol del sector público y del privado?
Según datos del BID, América Latina y el Caribe es la región del mundo que más rápidamente está envejeciendo y se estima que para 2090 sea la de mayor edad, con un 36% de su población que superaría los 60 años, la denominada Economía Plateada. De acuerdo con el INEI, esta población es hoy el 13.6% sumando 4.5 millones de peruanos.
Recientemente leía el siguiente titular: “SBS busca bajar costo de seguros que pagan los afiliados a las AFP” y comparaban la comisión de la AFP con la prima de un seguro, y que pasado el hipo de la pandemia no había razón para que esta no baje.
La prima de este seguro tiene como objetivo pagar un monto de por vida al extrabajador en caso sufra de invalidez o a sus deudos en caso de fallecimiento. Es decir, son pagos recurrentes por muchos años y cuyo precio (prima) está en función de factores inciertos tales como la esperanza de sobrevivencia del titular posterior a su invalidez o la esperanza de vida del afiliado y sus beneficiarios por rango etario. Esta es una diferencia fundamental en cuanto al cálculo de una comisión que está en función de variables ciertas como son los costos de administración de las AFP.
Impacto de la pandemia sobre los seguros
Mi opinión es que la pandemia no es, en términos financieros, un “hipo” para el sector asegurador de pensiones, pues tiene impacto doble en sus resultados financieros de largo plazo. Por un lado, se incrementan los niveles de siniestros; y por otro lado, reduce los fondos y su rentabilidad producto de condiciones macroeconómicas que afectan los mercados de capitales y a los activos (e.g., desempleo, inflación, tasas de interés, tipo de cambio, etc.).
De acuerdo con información del INEI, al primer trimestre de 2023, el proceso de envejecimiento de la población peruana es significativo: dos de cada cinco familias tienen entre sus miembros al menos un adulto mayor; y en dos de cada cuatro son quienes más aportan económicamente.
De esta población, 57.1% pertenece a la PEA trabajando más del 80% en empresas de menos de 10 trabajadores; 66.5% no cuenta con un sistema de pensión, accediendo solo el 3.2% a una AFP; 89.8% tiene algún seguro de salud (concentrado en EsSalud y SIS); y más del 70% padece de algún problema de salud crónico.
Contar con un respaldo financiero que nos permita vivir dignamente hasta nuestro último día es una necesidad en la que los sectores público y privado deberían estar enfocados con soluciones viables, con educación financiera, con opciones de puestos de trabajos dignos, entre otros, que nos permita a nosotros y a nuestros dependientes vivir una longevidad productiva plena.
Es más, me pregunto: ¿la solución es un seguro obligatorio al que acceden pocos en el país? ¿Necesitamos un gobierno paternalista que nos obligue a aportar a un sistema de pensiones? o, más bien, ¿necesitamos un Estado que nos eduque en cómo administrar nuestras finanzas desde la escuela primaria, y que promueva la creación y acceso a más productos financieros para invertir según nuestro apetito de riesgo?
Es innegable que el desarrollo de la Economía Plateada requiere una mirada que promueva conexiones, discusiones y soluciones. Es urgente que se transforme la economía y se adapten los sistemas de protección para atender la vulnerabilidad socioeconómica de una población que seguirá envejeciendo, muy probablemente fuera de empresas constituidas, para las cuales ya no resultan atractivos laboralmente (otro error que ameritaría un artículo aparte).
Mientras tanto, los invito a leer la novela “Cien cuyes” y a reflexionar sobre la vida que nos espera. Tal vez desde la empatía y el sentido común sea más productivo el ejercicio de dar respuesta a estas preguntas.
Makaly Rivera Chú
Directora de Consultoría y Mentoring en Make Consultores, Asociada de WCP y Miembro de la PDP